Atlante y Prometeo

Prometeo (Alnair) (previsión), el creador de la humanidad, a quien algunos cuentan entre los siete Titanes, era hijo o bien del Titán Eurimedonte (Muhlifain), o bien de Jápeto con la ninfa Clímene (Beta Pavo). Sus hermanos eran Epimeteo (Epsilon Piscis Austrinus), Atlante (Skat) y Menecio (Gamma Piscis).

El gigantesco Atlante (Skat), el mayor de los hermanos, conocía todos los fondos marinos; gobernaba un reino con una costa escarpada, más grande que Asia y África juntas. Esta tierra, la Atlántida, se extendía más allá de las Columnas de Heracles y estaba separada del lejano continente por una hilera de islas llenas de frutales, sin tener ningún punto de contacto con nuestra tierra. Los habitantes de esta tierra canalizaban el agua y cultivaban una enorme llanura central con el agua que bajaba de las montañas que la rodeaban por todas partes menos por una grieta abierta al mar. También construyeron palacios, baños, hipódromos, grandes puertos y templos; y llevaron la guerra no sólo en dirección al oeste, hasta el lejano continente, sino también hacia el este, llegando a Egipto e Italia.

Los egipcios dicen que Atlante era hijo de Poseidón (Biham), cuyas cinco parejas de gemelos varones juraron fidelidad a su hermano con la sangre de un toro sacrificado en el altar; y también dicen que al principio eran seres muy virtuosos, que soportaban con fortaleza el peso de sus grandes riquezas en oro y plata. Pero un día la avaricia y la crueldad se apoderó de ellos y, con permiso de Zeus, los atenienses los derrotaron sin ayuda y pusieron fin a su poderío. Al mismo tiempo, los dioses enviaron un diluvio que en un día y una noche sumergió a toda la Atlántida, de tal forma que las obras del puerto y los templos quedaron enterrados bajo el lodo y el mar se hizo innavegable.

Atlante (Skat) y Menecio (Gamma Piscis) consiguieron salvarse y se unieron a Crono y los Titanes en su infructuosa guerra contra los dioses del Olimpo. Zeus (Altair) mató a Menecio (Gamma Piscis) con su rayo y lo envió al Tártaro, pero perdonó la vida a Atlante (Skat), a quien condenó a sostener el cielo (Thuban) sobre sus hombros por toda la eternidad.

Atlante era el padre de las Pléyades, las Híades y las Hespérides (Muscida), y ha estado sosteniendo el cielo (Thuban) desde entonces, menos en una ocasión en que Heracles le relevó temporalmente de esta tarea. Algunos dicen que Perseo petrificó a Atlante y lo convirtió en el monte Atlas (Atlas) mostrándole la cabeza de la Gorgona, pero olvidan que Perseo es considerado por una gran mayoría un antecesor lejano de Heracles.

Prometeo (Alnair), siendo más sabio que Atlante, previó el resultado de la rebelión contra Crono y por tanto prefirió luchar del lado de Zeus, convenciendo a Epimeteo (Piscis Austrinus) para que hiciera lo mismo. En realidad, era el más sabio de su raza, y Atenea (Delta Pavo), a cuyo nacimiento de la cabeza de Zeus él había asistido, le enseñó arquitectura (Gamma Triangulum Australis), astronomía, matemáticas, navegación (Compás), medicina, metalurgia y otras artes útiles que él transmitió a la humanidad (Hadar). Pero Zeus, que había decidido exterminar a toda la raza humana, y después salvarlos sólo por la urgente intercesión de Prometeo, se irritó porque su talento y aptitudes iban en aumento.

Un día en que tuvo lugar una disputa en Sición sobre qué partes de un toro de sacrificio debían ofrecerse a los dioses y cuáles deberían reservarse para los hombres, Prometeo fue invitado a actuar de árbitro. Así pues, desolló y descuartizó un toro y luego cosió su piel formando dos bolsas de boca ancha que llenó con lo que había cortado. En una de ellas puso toda la carne, pero la ocultó bajo el estómago, que es la parte menos tentadora del animal; la otra la llenó con los huesos, escondidos bajo una gruesa capa de grasa. Cuando invitó a Zeus a elegir una de las dos bolsas, éste, dejándose engañar fácilmente por las apariencias, escogió la bolsa que contenía los huesos y la grasa (que sigue siendo la porción de los dioses), pero castigó a Prometeo, que se estaba riendo de él a sus espaldas, privando a la raza humana del fuego. «¡Que se coman su carne cruda!», gritó.

Prometeo (Alnair) se dirigió enseguida a Atenea (Gamma Pavo) suplicándole que le dejara entrar en secreto en el Olimpo, a lo que ella accedió. Al llegar, encendió una antorcha (Eta Ara) con el carro ígneo del Sol y arrancó de éste un trozo de carbón (Zeta Ara) al rojo que insertó en el hueco meduloso de una cañaheja gigante (Norma). Después apagó la antorcha, salió a hurtadillas y donó el fuego a la humanidad (Eta Centauri).

Zeus (Altair) juró vengarse. Ordenó a Hefesto que hiciera una mujer de arcilla, a los Cuatro Vientos que le infundieran vida y a todas las diosas del Olimpo que la engalanaran. Esta mujer, Pandora (Gamma Escultor), la mujer más bella jamás creada, fue enviada como regalo de Zeus a Epimeteo (Epsilon Piscis Austrinus) bajo la custodia de Hermes. Pero Epimeteo, que había sido advertido por su hermano (Grulla) de que no aceptara ningún regalo de Zeus, se excusó educadamente y no lo aceptó. Más enfurecido aún por el desaire, Zeus hizo encadenar a Prometeo (Alnair) desnudo a una columna en las montañas del Cáucaso, donde un buitre voraz (Gamma Tucán) le devora el hígado (Alnair) constantemente año tras año. Y no hay fin a su dolor, porque cada noche, cuando Prometeo está expuesto al frío y heladas insoportables, su hígado vuelve a regenerarse entero.

Pero Zeus, poco dispuesto a admitir que había actuado de manera vengativa, disculpó su salvajismo haciendo circular una noticia falsa: que Atenea había invitado a Prometeo al Olimpo para tener una aventura secreta con él.

Epimeteo (Epsilon Piscis Austrinus), alarmado por el destino que había corrido su hermano, se apresuró a casarse con Pandora (Gamma Escultor), a quien Zeus había hecho tan tonta, malévola y perezosa como bella (la primera de una larga serie de mujeres de este tipo). Al poco tiempo ella destapó un ánfora (Cofre) sobre la cual Prometeo había pedido a su hermano que no abriera nunca, en la que había conseguido encerrar con gran esfuerzo todos los males que podían infestar a la raza humana: la Vejez, el Trabajo, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y la Pasión. Todos ellos salieron de la caja en forma de nube, penetrando a Epimeteo y Pandora en todas las partes de sus cuerpos, y atacando luego a todos los mortales. A pesar de todo, la Esperanza Falaz, que Prometeo también había encerrado en el ánfora les convenció con sus mentiras para que no cometieran un suicidio general.

[Robert Graves. Los mitos griegos. 1 - 39]