Las manzanas de las Hespérides

Algunos dicen que Ladón (Muscida) era hijo de Tifón (Menkar) y Equidna (Saclateni); otros, que era el hijo menor de Ceto (Menkab) y Forcis (Capella); y otros, que era hijo partogénico de la Madre Tierra. Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas.

Se discute igualmente si las Hespérides vivían en el monte Atlas, en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de Mauritania, o en algún lugar más allá del Océano, o en dos islas situadas en las cercanías del promontorio llamado el Cuerno Occidental, que está cerca de la Hesperia etíope, en las fronteras de África. Aunque las manzanas pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero, y cuando Temis (Anser) le advirtió: «Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas murallas (Al HAud) alrededor del huerto y expulsó de su territorio a todos los extranjeros. Es muy posible que fuera él quien puso a Ladón (Muscida) a vigilar las manzanas.

Heracles, sin saber en qué dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, hogar del dios oracular marino Nereo. En el camino cruzó el Equedoro, un pequeño arroyo macedonio donde Cieno (Al Dhibain), hijo de Ares (Hamal) y Pirene (Achird), le desafió a un duelo.

Ares actuó como padrino de Cieno y puso en orden a los combatientes, pero Zeus (Deneb Okab) lanzó un rayo entre ellos (Alwaid) y renunciaron a la lucha. Cuando por fin Heracles llegó al Po, las ninfas del río (Pherkad), hijas de Zeus (Altair) y Temis (Anser), le mostraron a Nereo (Kochab) dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo a buscar esta información.

Nereo (Kochab) había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas personalmente, sino que utilizara a Atlante (Thuban) en su lugar mientras él le aliviaba temporalmente de su enorme carga. Así pues, cuando llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tomarse una hora de respiro, pero temía a Ladón (Muscida), al que Heracles mató al instante con una flecha que disparó por encima de la muralla del jardín (Al Haud). Después de eso, Heracles inclinó la espalda para recibir el peso del globo celestial (Thuban) y Atlante se alejó y volvió poco después con tres manzanas (Al Haud) arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo -dijo- sí tú sostienes el firmamento durante unos pocos meses más.» Heracles simuló que accedía, pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar ninguna oferta de ese tipo, pidió a Atlante que soportase el globo sólo un instante más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Fue fácil engañar a Atlante, quien dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en los hombros, lo que aprovechó inmediatamente Heracles para recoger las manzanas y alejarse de allí con una irónica despedida.

Al cabo de algunos meses Heracles llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió. Entonces él se las entregó a Atenea, y ésta se las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de sus manos. Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia. Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como la constelación de la Serpiente.

[Robert Graves. Los mitos griegos. 2 - 133]