LAS YEGUAS DE GLAUCO


Glauco (Diadem), hijo de Sísifo (v Cet) y Mérope y padre de Belerofontes vivía en Potnias, cerca de Tebas, donde menospreciando el poder de Afrodita, no permitió que sus yeguas criasen. De ese modo esperaba hacerlas más briosas que otras competidoras en las carreras de carros, que constituían su interés principal.




Cuando Zeus le permitió hacer lo que deseara contra Glauco, ella (Rigel) llevó a las yeguas una noche a que bebieran de un pozo que le estaba consagrado (Praesaepe) y pacieran una hierba (Vindemiatrix) llamada hipomanes que crecía en su boca.


Hizo eso poco antes que Jasón celebrara los juegos fúnebres de Pelias en la costa marítima de Yolco, y, tan pronto como Glauco (Diadem) unció las yeguas a su carro (Praesaepe), los animales se desbocaron, derribaron el carro y arrastraron a Glauco por el suelo, enredado en las riendas, por todo lo largo del estadio, y luego lo devoraron vivo (Saiph). Pero algunos dicen que esto sucedió en Potnies, y no en Yolco; y otros que Glauco se arrojó al mar afligido por Melicertes, el hijo de Atamante; o que Glauco era el nombre que se dio a Melicertes después de su muerte.
El ánima de Glauco, llamada Taraxipo, o Excita-caballos, todavía frecuenta el Istmo de Corinto, donde su padre Sísifo le enseñó por primera vez el arte del auriga, y se deleita asustando a los caballos en los Juegos ístmicos, causando así muchas muertes.
Otro asustador de caballos es el espectro de Mirtilo, a quien mató Pélope. Frecuenta el estadio de Olimpia, donde los aurigas le ofrecen sacrificios con la esperanza de evitar la muerte.
[Robert Graves. Los mitos griegos. 1 - 71]




